No conocemos el momento exacto en que se fundó la localidad de Fresno de Rodilla (llamado en algunas localidades cercanas Fresno el Alto), pero debió ser allá por finales del siglo IX o principios del X, cuando los frentes de la reconquista quedaron establecidos más al sur y terminaron las incursiones musulmanas en los territorios que estaban siendo repoblados por los cristianos provenientes de los montes cántabros y vascos. En cualquier caso, antes de que se produjera el asentamiento estable que ha permanecido hasta nuestros días, estos territorios han sido ocupados por el ser humano desde hace más de un millón de años, como se ha puesto de manifiesto con los hallazgos de la Sierra de Atapuerca.
La ubicación de Fresno en el llamado “corredor de la Bureba”, una zona de paso natural entre dos de las cuencas hidrográficas más importantes de la Península Ibérica, la del Ebro y la del Duero, ha propiciado que haya sido desde siempre una importantísima ruta de paso, tanto para las especies animales como para el ser humano. Así, han quedado en la zona evidencias que van desde restos fósiles de los primeros pobladores europeos que datan de inicios del Pleistoceno, necrópolis del Neolítico (5.500-3.000 a.C.), dólmenes megalíticos y pinturas rupestres de la Edad del Bronce (3.000-900 a.C.) y monumentos funerarios de la poco conocida cultura Campaniforme (cerámica en forma de campana invertida) de la que se ha descubierto recientemente un importante monumento funerario en Fresno de Rodilla.
Monumento funerario de la cultura Campaniforme
(aprox. 1500 a.C.)
Durante la Edad del Hierro
(900-S.III a.C.), los celtas llegan a la Península y ocupan gran parte de la
meseta norte, siendo esta zona escogida por el pueblo celtíbero de los
Autrigones, estableciendo un importante asentamiento en el Alto de Rodilla
(entre Fresno y Monasterio) que posteriormente fue aprovechado por los romanos
para ubicar la ciudad de Tritium
autrigonum, al pie de la calzada romana “de Italia en Hispanias” que, desde Roma, llegaba a Tarragona y
remontaba el Ebro para pasar hacia la meseta a través del corredor de la
Bureba, pasando por Briviesca (Virovesca)
y dirigiéndose hacia los importantes núcleos militares de Sasamón, León,
Astorga y Lugo. De aquí partían igualmente calzadas secundarias que unían
Tritium con las ciudades de Clunia y Auca (Villafranca Montes de Oca).
Vista aérea de la ciudad romana de Tritium
autrigonum
Es de esta época de la que parece proceder el
apelativo “de Rodilla” que se emplea actualmente para las localidades de Fresno
y Monasterio, probablemente derivado del término roda, impuesto de paso que pagarían los viajeros para atravesar el
puerto existente entre ambas villas, entonces llamado Cuculla o Cogulla.
Tras la unificación que logró el reino Visigodo de
toda la península Ibérica, la posterior invasión árabe trajo la inestabilidad a
la zona durante largo tiempo, debido a la resistencia ofrecida por los pueblos
más norteños (al igual que ocurrió con los romanos) y a la situación
estratégica de paso de estos territorios, quedando la zona prácticamente
despoblada, hasta que a comienzos del siglo IX comienza la repoblación de las
tierras de Bardulia que años más tarde van a configurar el condado de Castilla.
Aprovechando los momentos de debilidad del emirato
de Córdoba, multitud de grupos de gente van atravesar la cordillera Cantábrica
desde las tierras de Cantabria y Vizcaya (los foramontanos) hacia unos
territorios en los cuales no existe ningún tipo de organización territorial.
Van a realizar presuras de terrenos, a restaurar iglesias y recuperar molinos
con el fin de labrarse una nueva tierra donde vivir.
Con estos antecedentes todo
hace pensar que Fresno, que probablemente debe su nombre a la abundante
presencia de estos árboles por aquel entonces, se fundó a finales del siglo IX
o principios del X, tratándose de un pueblo campesino y ganadero que a su vez
hacía de vigía del paso por el puerto de Cogulla (llamado de La Brújula desde
que en el siglo XVIII el Rey Carlos III ordenó colocar una brújula para
orientar a los caminantes), que durante cierto tiempo constituyó la ruta
principal del Camino de Santiago. No se tiene constancia de la existencia de
una fortificación, si bien en el pueblo existe un peñasco frente a la iglesia
llamado “el castillo” que constituye una inmejorable atalaya.
A pesar de la cercanía de
Monasterio, que era cabeza de su propio Alfoz, Fresno perteneció al Alfoz de
Burgos, constituyendo el límite nororiental del mismo. Antes del año 1350 pasó
a depender del Real Monasterio de Las Huelgas de Burgos, motivo por el que en
su escudo se incluye un báculo. Del
registro de pagos que se hacían al Monasterio se hace destacar que los vecinos
no pagaban la “martiniega”, que se pagaba por la fiesta de San Martín, ni el
“fonsado”, de carácter castrense, por lo que se piensa que algún mérito habrían
ganado los vecinos de Fresno en sus servicios al condado o la corona. La dependencia
del Monasterio de Las Huelgas duró hasta el siglo XIX, quedando constancia de
que se trató desde siempre de una villa modesta, de no más de 100 vecinos,
dedicados a la agricultura y la ganadería.
Tanto la guerra de la Independencia como las guerras
Carlistas fueron bastante perjudiciales para la población, debido a su cercanía
al Camino Real a Francia (actual carretera nacional I). Una vez pasadas las mismas, a comienzos del
siglo XX, vivió su mayor esplendor, contando con 215 habitantes en el año 1900,
que eran 208 en el 1950.
Posteriormente, los cambios sufridos en el mundo
rural debido al decaimiento de la ganadería y al desarrollo industrial,
centrado en diversos polos de desarrollo, provocó la emigración de gran parte
de la población, mayoritariamente hacia el País Vasco y la capital burgalesa.
No obstante y a pesar de contar con apenas 35 habitantes censados y unos 20
vecinos que residen todo el año, Fresno ha conservado las competencias sobre su
Término Municipal y sus raíces agrícolas y ganaderas, que pretende conservar en
el futuro basando su desarrollo en la puesta en valor y el aprovechamiento
sostenible de sus recursos naturales y de su incomparable paisaje.